La adolescencia es aquella época extraordinaria que todos vivimos y que seguramente no hayamos olvidado, es el puente que une al niño y al adulto. Un adolescente representa el cambio, la rebeldía, la curiosidad y la vitalidad, pero también, la ignorancia, la inseguridad, la vulnerabilidad y la imitación.
Es la etapa de la disparidad emocional, en la que se entiende de todo, pero aún, no se sabe de nada. La adolescencia es la incertidumbre para los padres. Desear proteger a quien no quiere ser protegido, aconsejar a un “abstemio” de sermones paternos, entender determinados gustos, asimilar ciertas expresiones y adaptarse a novedosas costumbres son actividades de “alto voltaje”.
Para los padres puede ser la etapa de la cura de humildad, en la que se vuelve a recordar que no todo sale como queremos. De repente, aparece la duda cuando pensábamos que estaba almacenada, aumentan los enfados, las preocupaciones se multiplican y surgen esas noches maravillosas en las que conciliar el sueño se convierte en todo un lujo.
Qué difícil es amar a un rebelde, eso no nos lo enseñaron en la escuela, en esa fecha, probablemente, los rebeldes sin causa éramos los que hoy somos los papás de los inconformistas, viene bien recordarlo, de ese modo las turbulencias nos producirán menos mareos.
Las versiones de la pubertad son muy variadas, cada chico o chica atraviesa esa fase de una determinada manera. Las amistades y la familia son dos eslabones de gran importancia para coger el camino correcto, pero existen numerosos factores que serán influyentes para el desarrollo de los jóvenes.
Considero la confianza como algo fundamental, todos precisamos que la depositen sobre nosotros, siendo esta, totalmente compatible con el control, sí, digo control, porque considero que es algo necesario, me refiero a un control educativo, debemos tener conocimiento de lo que hacen nuestros hijos a la par que le otorgamos la capacidad de tomar decisiones. La clave es que sepan y se atrevan a tomar decisiones en plurales contextos. La vida es compleja, la sociedad es heterogénea y tienen que actuar en ese escenario a diario, por lo tanto, más que evitar lugares y personas, debemos proporcionar herramientas para solventar situaciones.
Adolescencia y teléfono móvil se transportan en el mismo paquete, esa pequeña pantalla que da acceso a todo un universo de experiencias, puede convertirse en la llave que abra la puerta del aislamiento, de la oscuridad y de la realidad deformada si se pierde la perspectiva de la racionalidad.
La habitación de nuestros descendientes, puede parecernos un lugar próximo y seguro, tenemos a nuestros hijos en casa y eso nos provoca tranquilidad, pero quizá estén más alejados de la realidad que nunca y sometidos a vivencias que pueden suponerles daños irreparables para su futuro, tan cerca y tan lejos. Ven contenido e interaccionan con personas que no sabemos quiénes son e ignoramos que les proponen, desconocemos si están durmiendo o están posando sus ojos sobre el rectángulo luminoso que manipula sus mentes a las 2 de la madrugada de un miércoles cualquiera.
Entregar un teléfono sin establecer condiciones de uso y a una edad en la que no se haya alcanzado un adecuado nivel de maduración, es una actividad temeraria que puede tener graves consecuencias para la salud mental de los chicos. Es preventivo, recomendable e ilustrativo escuchar los consejos que los diferentes profesionales, especialistas en la materia, nos ofrecen, los podemos localizar con la misma facilidad que cualquier documento compuesto por contenido “basura”, es el momento de recordar que en el mundo digital existe información muy valiosa, debemos tener la habilidad de rescatarla para consumirla, la calidad de nuestro cerebro dependerá de ello.
El viaje que une al niño y al adulto es único, repleto de energía, donde se va esculpiendo la personalidad, es la montaña rusa de los sentimientos, la edad de oro de las hormonas, pasa por la calle de la polémica y por la pista donde unos frenan tarde y otros no son capaces de despegar, confiemos en los adolescentes, son nuestro futuro, por ello debemos enseñar a utilizar los frenos a quien no sabe frenar y dar alas a quien no puede volar.
“Recuerda que el éxito es intentarlo”
@elcaminoderapeni Raúl Pérez Nieto