El deporte rey en España marca la agenda diaria de muchas familias y es una de las preocupaciones más extendidas de la ciudadanía, no exagero en absoluto, como decía el humorista catalán, “saben aquel que diu”: mi hijo ha suspendido cinco asignaturas, pero no pasa nada, en unos años será como Messi y no necesitará saber sumar. El deseo de que nuestros hijos e hijas lleguen a formar parte del grupo de los elegidos para convertirse en futbolistas profesionales, es uno de los más extendidos y a pesar de ser conscientes de que es un logro altamente improbable, por no decir imposible, no se escatimará en esfuerzo, recursos ni tiempo por parte de algunos progenitores para intentar convertirlo en realidad. Conozco padres, pocos afortunadamente, que tendrían dificultad para decirnos el curso académico que están realizando sus hijos y sin embargo, controlan hasta el último detalle de todo lo relacionado con la labor futbolística del futuro Maradona o la futura Aitana Bonmatí.
Tener ilusiones y sueños en la vida es algo muy positivo y necesario, no cabe la más mínima duda y si además, ese sueño pasa por una actividad deportiva que es beneficiosa para la salud física y mental, alcanza un valor añadido. Hasta aquí todo perfecto, practicar deporte para divertirse, socializarse, tener buena condición física, fomentar el espíritu competitivo de manera sana, complementar las actividades escolares, afianzar la participación en grupo, esforzarse para alcanzar metas comunes e ir adquiriendo destrezas y conocimientos sobre la disciplina elegida es algo muy atractivo y recomendable.
A continuación voy a describir algunas situaciones del fútbol base que mi modesta experiencia me ha permitido conocer, sobre todo me centraré en los comportamientos de determinados espectadores que están en las gradas de los rectángulos verdes de juego. Lo primero que debo decir es que en ese lugar habitan padres extraordinarios que entienden esta actividad como un complemento educativo y formativo y esperan que sus chicos o chicas, a través de este gran deporte, adquieran los valores que deberían ser propios de la práctica del balompié. En el mismo espacio o lugar que he mencionado anteriormente , se sitúan también los “papás ultras”, que acuden a los campos a analizar y a juzgar con ahínco lo que sus hijos demuestran, bueno, sus hijos, los compañeros de equipo de sus hijos, los entrenadores, los árbitros y hasta los apreciados y necesarios utilleros.
Quizá estos “opinadores”, especialistas en retórica grotesca, algún día fueron futbolistas que aspiraban a algo que no consiguieron y por ello, actualmente han apostado todo, incluida su propia dignidad, para que sean sus pequeños descendientes los que conquisten ese codiciado territorio, recuperando de ese modo, la oportunidad que tan injustamente les arrebató la vida. También existe la posibilidad de que sus actividades rutinarias estén algo vacías y exentas de motivación y busquen su plenitud personal emitiendo gritos obscenos desde la tribuna de autoridades que han decidido “okupar”, probablemente avergonzando con su exposición de improperios a quién quieren elevar al paseo de la fama.
“Papá gruñón” parece que no se percata de que está viendo el partido junto a otras personas que seguramente tengan más conocimientos futbolísticos que él, pero sobre todo más educación, es probable que tenga secuestrada la amígdala cerebral por sus intensas emociones y esto le impide ser consciente de su torpe actitud. “Mamá gruñona” se enfada porque le han hecho una falta a su futuro “Ronaldito” y el árbitro no la señaló, lástima que las gafas de sol oscuras de una reconocida marca que llevaba puestas esa mañana, le impidieran ver como su futbolista favorito, un minuto antes, hizo un penalti clamoroso que el estimado señor colegiado tampoco pudo visualizar. Quiero aprovechar esta ocasión para ensalzar la labor de los árbitros, no tiene que ser nada agradable estar expuesto de manera habitual a ser objeto de comentarios inoportunos y desagradables por parte de ese público tan exaltado, propenso a la hipertensión provocada por los lances de la contienda futbolera.
Salvemos al espacio de la grada de convertirse en un depósito de mala educación, en un lugar inhóspito, en una fábrica de frustraciones, en un estercolero contaminante, porque la base del deporte rey se merece una tribuna reina donde el protagonista sea el respeto, donde se acepte que lo que se ve es únicamente un juego en el que participan niños o jóvenes a los que hay que obsequiar con un comportamiento cívico, para que sepan perder con elegancia y ganar con humildad y sobre todo, para que no pierdan la capacidad de disfrutar cada entrenamiento y cada partido, porque ese debe ser el objetivo y el significado principal de este juego.
Los formadores o entrenadores desempeñan una labor imprescindible, se les debe reconocer el tiempo y la energía que invierten en entrenar a los chicos, es algo muy elogiable. Esta actividad la deben ejercer personas honestas, con unos principios sólidos que deben ser el punto de partida para que exista una buena dinámica grupal, el fin nunca puede justificar los medios, cada uno de los jugadores que componen un equipo debe tener la misma importancia para los preparadores. La disciplina y el sacrificio deben ser capitales en el vestuario, esos dos aspectos tienen que ser los que más peso adquieran ante cualquier decisión técnica que se deba tomar.
Saber corregir en el momento adecuado y de la manera correcta es otra de las aptitudes exigibles a un entrenador, no siempre se logra, perder la compostura es algo más habitual de lo deseado, aquí debo decir que ser intenso y competitivo no está reñido con la utilización de buenas formas, pienso que organizar los equipos desde el banquillo es fundamental, particularmente, prefiero aquellos formadores que imprimen carácter a sus jugadores y jugadoras y son activos durante el tiempo de juego, el fútbol sin intensidad no es competitivo. No es admisible que la presión por obtener un resultado positivo en un equipo correspondiente a la etapa formativa anule la capacidad de ser equitativo con todos los miembros de una plantilla, la experiencia me dice que el binomio fútbol-pedagogía, lamentablemente, no acaba de consolidarse en una buena relación y eso se debe revertir. Es totalmente inadecuado definir como fútbol formativo a algo que carece de ingredientes pedagógicos, no seamos incongruentes y cuidemos al deporte Rey.
«Recuerda que el éxito es intentarlo»
@elcaminoderapeni Raúl Pérez Nieto
Perfectamente resumido, enhorabuena.
Gracias Tamara